“Cuento los segundos para poder montar mi bicicleta y salir a rodar por la ciudad”
- Laura Sofía Ñungo Fernández
- 18 feb 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 24 jun 2020
Nicolás De Greiff usa la bicicleta hace 10 años para moverse en Bogotá. Sin pensar en la inseguridad, a donde tenga que ir va en su bici y se siente pleno en ella.
Nicolás está compartiendo con sus amigos una noche bogotana con pasa bocas, un par de cervezas y música bohemia que caracteriza al centro de la ciudad; a pesar de que Nicolás se siente muy cómodo disfrutando con sus amigos, mira constantemente su reloj y espera con ansiedad a que sea domingo en la mañana para poder subir en su bicicleta a Patios.
Nicolás De Greiff lleva seis años subiendo a la Calera y para él cada subida es distinta. Le gusta ir solo y sin importar si hace frío, sol o lluvia monta su bicicleta para llenarse de esa alegría liberadora que solo su medio de transporte le da.
De Greiff es un bogotano de 57 años, comunicador social de profesión, pero nunca la ha ejercido. Hace 30 años es independiente y se dedica a la venta de maquinaria para la industria textil.
Vive en el centro y sus vecinos le preguntan si no le da miedo andar todos los días en bicicleta, así como los ha hecho desde hace 10 años en la ciudad. Para Nicolás andar por Bogotá en bicicleta es difícil, sin embargo, no quiere cohibirse de la sensación que le hace estallar su corazón de alegría por el peligro de andar rodando en las calles.
Para este ciclista el mayor problema de Bogotá es la inseguridad. El riesgo es latente, a pesar de que cerca de 800.000 personas se movilizan diariamente en bicicleta y existen alrededor de 540 kilómetros de ciclorruta, un análisis reciente realizado por Bogotá Cómo Vamos (BCV), plantea que al día se roban en la ciudad 19 bicicletas.
En la última encuesta de percepción ciudadana de BCV, el porcentaje de ciclistas que se sienten a gusto con este medio de transporte pasó del 85 por ciento en el 2017 al 62 por ciento en el 2018; el descenso obedece principalmente a asuntos asociados a la inseguridad.
Para Nicolás es triste que muchas personas se cohíban de usar la bicicleta por miedo a que los roben. Ciclistas como él aumentan las medidas de seguridad: evitar salir de noche; usar su casco sin falta y llevar las luces prendidas así sea de día. “Existen ciclorrutas muy buenas, existe la infraestructura, pero muchas veces los ciclistas se ven en la obligación de usar la vía de los carros porque se sienten más seguros”, afirma De Greiff.
Para él, la seguridad debe ser pensada de forma integral en la ciudad, incluyendo la educación que reciben los ciclistas. Plantea que hay muchos ciclistas prudentes, pero al mismo tiempo, existen personas que no tienen la mínima medida de seguridad poniendo en riesgo su integridad y la de los demás actores viales.
Si Nicolás hubiera dejado la bicicleta a un lado y hubiera decidido en solo un año moverse cinco días por semana en Transmilenio –como gran parte de ciudadanos lo hace- habría gastado cerca de $1.152.000. Parece una cifra exorbitante, pero nada alejada de la realidad teniendo en cuenta que Transmilenio es el medio de transporte público más caro de la región en relación al salario mínimo.
Para Nicolás su motivación principal no es la cantidad de dinero que ahorra movilizándose todos los días en bicicleta, sino que es no tener que usar el sistema de transporte público de la ciudad. Afirma que además de ser costoso, es incómodo y estresante.
Su bicicleta no lo cambia por nada en la vida, el valor agregado que tiene por montarla es la salud y el disfrute. “Si hubiera conocido la bicicleta más joven probablemente me habría alejado de cosas como el alcohol con el que perdí tanto tiempo de mi vida”, dice De Greiff.

Trabajo realizado en 2019.






Comentarios